En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero estos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon.
Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: “A mi hijo lo respetarán”.
Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros:
“Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia”.
Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?»
Ellos le respondieron: «Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».
Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escri-tura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular.
Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Palabra del Señor.