
Antes que fuera el fundador de los Jesuitas, San Ignacio de Loyola fué un soldado herido de la Guerra. El añ 1521 lo encontró recuperándose, en su casa al norte de España de graves heridas sufridas en la batalla de Pamplona. Todos aquellos largos meses de convalescencia resultaron en un viaje de sanación no solo de su cuerpo sino también de su alma. Ignacio documentó esta experiencia de conversion en cartas, en una autobiografía y en los Ejercicios Espirituales. Todo esto vino a ser el fundamento de la espiritualidad ignaciana.
Esta espiritualidadestá profundamente enraizada al llegar a estar más consciente en lo qué está pasando en nuestra vida diaria; hallando a Dios en todas las cosas.Entonces es que podemos empezar a discerner dónde los espíritus de la luz o las tinieblas pueden estar llevándonos. Venimos a estar más conscientes de la presencia de Dios en nuestras vidas y más atentos a Sus designios más que a los nuestros.
San Ignacio tuvo experiencias místicas que le dieron un entendimiento de la importancia de la Trinidad; tres personas en un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El estaba tambón comprometido a sufrir con Jesucristo cargando la Cruz. Ignacio entendió que Dios es un Dios active, siempre trabajando en la vida del ser humano. Estamos llamados a estar atentos a este Dios activo y responder de inmediato.
Estos son algunos de los principios de la espiritualidad ignaciana, expresadas en ela artes, formas de oración, diálogos intereligiosos, los Ejercicios Espirituales y las Constituciones de la Compañía de Jesús escritos por San Ignacio y aprobados por el Papa Pablo IV en 1558. La Espiritualidad de San Ignacio de Loyola anima todas las obras de la Compañía de Jesús: escuelas, parroquias, centros de justicia social, tabajos misioneros y centros de espiritualidad. AMDG (A la mayor Gloria de Dios).
Características de la Espiritualidad Ignaciana:
• Ayudar a todos en todo; pero en especial, a que vuelvan a Dios.
• Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida. No lo más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de mí.
• Conocer mi realidad lo mejor posible, examinándome periódicamente, tanto en lo positivo para darle las gracias a Dios, como en lo negativo para superarlo con su ayuda.
• Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar mi realidad y la realidad del país para hacerla más acorde con el Evangelio de Jesucristo.
• Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativo en la acción, unido a El en todo lo que hago.